En esta publicación, disfrutarás de un cuento escrito por Sofía y Etelvina. En próximas publicaciones, otros textos de nuestros futuros egresados.
Nora Agaliz se levanta como cualquier otro día a las 6:50 de la mañana. A las 6:52, está cepillándose los dientes y a las 6:55 está en la ducha, tal como sucede todas las mañanas en que va a trabajar a la empresa. A las 7:05 está tomando su café con 1 cucharada de azúcar, y dos tostadas pintadas apenas con dulce de leche. A las 7:15 está saliendo del garaje de su casa, en el conurbano bonaerense. A las 7:50, está entrando en el garaje de la empresa, en Corrientes y Reconquista. A las 7:58 está sentada en su oficina lista para trabajar, como todos los días de lunes a viernes, pero hoy no es un día cualquiera.
En el almuerzo, siempre se sienta sola con sus viandas de un sándwich, o una ensalada, y frutas. Es de las primeras en llegar e irse, una empleada muy eficiente, rápida para los cálculos exactos, y extremadamente minuciosa con el orden. Pero al regresar del almuerzo, su horario estricto se rompe, al ver que su bolso no es su bolso, y que su agenda no está allí.
Entra en desesperación, estado en el que no vive casi. Por algo vive tan organizada, ¿no? Sabe que debe entregar el informe de la producción de soja en veinte minutos, lo tiene listo. Sabe que tiene que comprar arroz para la comida del jueves, aunque es viernes recién. Pero y el resto…
Logra terminar la jornada del viernes, gracias a los adelantos que venía haciendo desde el lunes. A las 17:05, horario habitual en que ella está en la autopista normalmente, Nora está en la oficina aun, buscando la agenda. Debe apurarse. No puede llegar a su casa antes de las seis de la tarde.
Cinco de la tarde, veintinueve minutos. Nora repasa todos los lugares por donde anduvo en la mañana.
-Llegué. Ascensor desde el garaje hasta el octavo piso. Pasillo. Cubículos. Oficina… ¿no pasé primero por lo de Sánchez por los datos de Ramírez? ¿O fui a lo de María de Relaciones Públicas a pedir lo de Pérez?-
Cinco de la tarde, 45 minutos. Ya no sabe más en donde buscar, su pulcro peinado esta deshecho por tocárselo tantas veces de los nervios. La camisa blanca impoluta, está llena de polvo por andar buscando en cualquier escondrijo posible. Termina en la puerta de la empresa, faltando cinco minutos para las seis de la tarde. Sabe que no tiene más tiempo. Solo camina.
Suena la alarma como todos los sábados a las 8 de la mañana, aunque también como sucede siempre no le presta mucha atención y decide seguir durmiendo. A las 8:40, abre los ojos, ve la hora y se despierta bruscamente pensando para sí misma
Llega finalmente al negocio de tía Clara, a las 8:10 de la mañana, y la encuentra adentro, acomodando la mercadería de la vidriera.
- ¡Otra vez tarde, vos! ¿En qué habíamos quedado el otro día?
-¡Sí, sí, ya sé que el otro día te prometí que iba a llegar a tiempo, pero sabes que no es fácil para mí!
- Te entiendo Diana, por eso respeté tus faltas al trabajo siempre. Pero entendé que cuando me llamas y me decís que volviste yo cuento con vos.
- Ya sé, y te vuelvo a pedir perdón, tía. Ayer me desperté en la Plaza de Mayo, a las tres de la tarde, con lo de siempre… Pero esta vez no pude llegar rápido a casa porque no tenía para el colectivo. La próxima vez.
- Bueno, bueno, basta de charla que la gente ya empieza a venir, y sabemos cómo están los sábados.
Y así, como todos los fines de semana en la vida de Diana Grazo, se pasó el sábado trabajando en el negocio de la tía Clara. Vemos que no es una chica muy organizada que digamos, más bien, vive a contrarreloj, con el tiempo justo para todo. Que vive de fin de semana en fin de semana, sin tener si quiera memoria de lo que sucede en la semana, solo imágenes borrosas.
Luego del sábado, viene el domingo, y con él la rutina dominical: luego del trabajo, tía Clara recuerda a Diana de ponerse el collar y de anotar todos sus datos y llevarlos siempre consigo, ya que ambas saben
Cinco de la tarde, cincuenta y nueve minutos. La agenda perdida no aparece. La perfecta organización desorganizada de estas mujeres no puede ser coincidencia, ¿o sí?
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