¿Qué otra cosa es la ficción más que una forma de transmitir recuerdos e instantes vividos? ¿Acaso no se disfrazan a través de la invención metáforas de la experiencia de vida, de la historicidad de aquel que compone una obra literaria?
A través del cristal de la imaginación y del recuerdo gastronómico de sabores tradicionales de sus hogares, nuestros alumnos de cuarto año a bachiller han sido conquistados por las musas ficcionales para deleitarnos (y por qué no, empalagarnos, saciarnos, empacharnos) con historias que intentan emular la trama narrativa de "Como agua para chocolate" (novela de la mexicana Laura Esquivel).
Para todos nuestros lectores, entonces, presentamos estas ficciones gastronómicas elaboradas por los chefs de cuarto año “A” bachiller.
¡Bon Appétit!
Valeria
LEMON PIE
Ingredientes:
Masa: 250gr de harina común, 125gr de manteca, 1 pizca de sal, 1 huevo y 120gr de azúcar.
Crema: 3 yemas, 75gr de azúcar, 30gr de maicena, ralladura y jugo de dos limones, y 2 vasos de leche.
Merengue: 4 claras y azúcar cantidad necesaria.
Preparación
Masa: Mezclar el huevo con el azúcar y la sal. Agregar la harina de golpe y revolver. Cortar la manteca en dados y agregar a la masa. Hornear durante quince minutos.
Crema: Mezclar las yemas con el azúcar y la maicena. Agregar el jugo y la ralladura de limón. Poner a hervir la leche, luego agregarla a la crema poco a poco, revolviendo al mismo tiempo. Colocar la crema sobre el fuego hasta que espese. Colocar sobre la masa.
Merengue: Batir las claras y el azúcar a punto nieve. Colocar sobre la crema. Introducir al horno hasta que se dore.
Historia
Para comenzar, el huevo debe obtener un sabor agridulce con ayuda de la sal y el azúcar. Luego, integrar con la harina de golpe y agregar la suavidad de la manteca para que no parezca tan agresiva.
Así como el azúcar y la sal deshacen lo agrio del huevo, Elda supo sacar la angustia de mi vida, ese dolor que causó la muerte de mis abuelas fue sanado por su inmenso cariño.
Mi vecina Elda siempre fue como una abuela para mí. Tal vez había sido así porque el destino decidió el fallecimiento de mi abuela materna cuando yo era muy chica, tanto que apenas la recuerdo. Ni hablar de la paterna, que por la misma enfermedad no pudo ni conocerme.
Elda me conoce desde que estaba en la panza de mi mamá, siempre me pareció que yo ya la había conocido desde que estaba en mi mamá, o desde la otra vida.
Desde que tengo memoria, me veo saltando de baldosa en baldosa en su patio, tratando de no pisar las líneas que las dividían para no ser devorada por los cocodrilos. Recorriendo el jardín descalza para sentir la frescura del verde, oliendo y admirando las abundantes flores, sacando los brillantes limones del árbol preferido de Elda.
Cada vez que daba frutos su limonero, inmediatamente Elda me llamaba a través de su teléfono a disco para realizar la placentera y alegre tarea de internarme entre las ramas para arrancar esos cítricos. Elda me convencía que ésto no lo podía hacer cualquiera, me decía que yo era la indicada, que tenía ese don.
Cuando cumplí 8 años, decidió enseñarme su receta mejor guardada, aquella que le había enseñado su abuela, que ella no pudo transmitir antes porque no tenía una hija mujer sino dos hijos que de interés en la cocina, no tenían nada.
Para realizar la crema, mezclar las yemas, el azúcar y la maicena. Y como en forma de lluvia agregar el jugo y la ralladura de limón. Una vez hervida la leche adicionarla a la mezcla y poner a hervir hasta que espese.
Este era el paso de la receta en el que el aburrimiento comenzaba a asomar, y justo cuando decidí subir las escaleras para buscar algo con qué entretenerme para que el reloj corriera más rápido, la crema me ganó de antemano, teniendo que apagar rápidamente el fuego para que no se enchastrara toda la cocina.
A medida que iban pasando los años, las visitas a la casa de Elda eran cada vez menos, ella no tenía mucho tiempo ya que su hijo mayor había tenido dos nietos que ocuparon mi lugar.
Sin embargo, cada vez que preparaba un lemon pie, me acordaba de las anécdotas con Elda y la llamaba para saber qué era de su vida.
Cuando tenía doce, Elda ya se había mudado a un departamento cercano a la casa de su hijo mayor. Por un lado, porque había enviudado y por otro, tenía más cerca a sus nietos, con quienes le encantaba jugar.
Debido a su edad, Elda enfermó de Alzheimer y al cabo de un tiempo se fue olvidando de los secretitos de sus recetas, de sus amigos, de sus nietos, de sus hijos, de mí.
Cada invierno de mi vida, la nieve me hace acordar como preparaba perfectamente el merengue.
Batir las claras y el azúcar a punto nieve justo, para que al colocarlo en el horno, se dore de manera pareja, y se logre un lemon pie como los de las publicidades de los libros de repostería.
Ahora le enseño a mi nieta Lucía la receta mejor guardada de la abuela Elda, haciéndola prometer que se la pase a su nieta, y que su nieta se la enseñe a su nieta, y así sucesivamente. También le cuento de Elda, recordándola como fue, una maravillosa persona que además de enseñarme a hacer el mejor lemon pie del mundo entero, me enseñó a sacarle lo dulce a lo agrio de la vida.
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